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Jesús Moyano, el sevillano con alma rarámuri que ha corrido 200 km en sandalias

Dos corredores del Club Al Reventón estuvieron con Jesús durante 30 kilómetros
Dos corredores del Club Al Reventón estuvieron con Jesús durante 30 kilómetrosJesús Moyano
Apenas hizo paradas de 15 minutos y necesitó más de 28 horas para completar la distancia que se había propuesto, pero todo mereció la pena cuando llegó a su ciudad natal y pudo ver que el reloj había marcado la ansiada doble centena.

En un mundillo tan homogéneo como el de los corredores populares, donde las preferencias de la mayoría suelen coincidir, Jesús Moyano se convierte en una excepción. Desde hace no demasiado tiempo, cuando puso fin a las zapatillas convencionales, este sevillano afincado en Málaga vive en los márgenes de un deporte que concentra a miles y miles de personas en sus carreras más famosas.

Fue en 2022 cuando optó por darle un giro a su forma de encarar una afición que le hace feliz. "Hace unos nueve meses decidí darle la vuelta. Estaba sentado en el sofá de mi casa y pensé en comprarme unas sandalias. Probé con ellas y, hasta el día de hoy, la sensación es fenomenal y supernatural. También son, al menos para mí, menos lesivas", explica a Flashscore.

Fiel a las sandalias

El propio nombre de su cuenta de Instagram hace referencia directa a los rarámuris, una población indígena que vive en las Barrancas del Cobre (México) y se caracteriza por hacer frente a largas distancias a un ritmo de vértigo con unos medios muy rudimentarios. El calzado es similar al que usa ahora Jesús, quien reconoce estar inspirado por los tarahumaras a partir de haber visto "vídeos y documentales".

Su idea es mantenerse con ellas porque, aparte de estar cómodo, le están dando resultados. Tanto es así que se propuso bajar de los cuatro minutos por kilómetro en la Media Maratón de Torremolinos, un recorrido muy exigente debido a las cuestas. No se quedo muy lejos (1h27') y ya piensa en correr la prueba reina del atletismo (42,195 km) de esta forma tan particular.

La solidaridad, en el centro

La motivación debe ser fuerte para ser capaz de correr desde Málaga hasta Sevilla, con un desnivel positivo cercano a los 2.000 metros. Y tiene que serlo todavía más para hacerlo sin dorsal en el pecho, un factor que siempre genera un plus de energía a la hora de afrontar una carrera. Moyano tenía una ambición que va más allá de una buena marca o un puesto elevado en una clasificación, en su caso eran varias las (emotivas) razones para llevar a cabo este reto.

Jesús, durante la larga travesía
Jesús, durante la larga travesíaJesús Moyano

"Mi abuela falleció hace tres años y no volví a ir, entonces quería hacerlo a mi manera, que es corriendo. Le hice a ella esa promesa, y a eso se le añadió también el tema de una asociación de niños con paralísis cerebral (Run4Smiles) y Roberto, que tiene una enfermedad rara, Capos, y quería darle visibilidad. He formado una bolilla tanto deportiva como para ayudar que me ha gustado mucho", explica.

Con piernas, cabeza y corazón

Le costó más de un día natural completar los 200 kilómetros, una distancia desconocida para él porque nunca había pasado de 100, de modo que no sabía cómo iba a reaccionar su cuerpo. Cuenta que el último cuarto de carrera se hizo más duro a nivel muscular, en parte porque cuando salió de Morón de la Frontera empezó a llover y, hasta que se deshizo de la ropa mojada, la tarea se complicó bastante.

Jesús cuenta que estuvo acompañado en todo momento por Cristian, un compañero que es ciclista de carretera y sin el cual hubiese sido "inviable". Este último no fue su único apoyo, contaba además con una furgoneta que, si bien aparecía cuando requería un cambio de indumentaria o algo de comida, era necesaria para reducir al mínimo la posibilidad de que un contratiempo pudiera echar abajo el plan.