Saputo-Sartori-Motta: la combinación perfecta de un Bolonia que sueña con la Champions
En una Italia perennemente rehén de las diatribas entre güelfos y gibelinos de toda clase, no se puede disfrutar plenamente de un éxito. Ensuciarlo con falsas polémicas es casi obligatorio, quizás haciendo pasar por rivales a dos que en realidad son aliados.
Y, por tanto, el mérito del Bolonia no puede recaer en Thiago Motta y Giovanni Sartori, sino sólo en uno de los dos. Hay que inclinar la balanza del éxito hacia un lado:"El entrenador lo está haciendo bien, pero sin los jugadores que le consiguió el director técnico...".
El arte de insinuar la duda del fracaso es, para algunos, tan seductor que el riesgo de alienar y, en el caso de los líderes de opinión, alejar a los aficionados de los hechos ya no es un riesgo, sino una certeza.
¿O acaso alguien que sepa de fútbol cree de verdad que el Bolonia sería cuarto en la clasificación si no se hubieran juntado en el mismo tiempo, la ambición de un club realista, la competencia de una dirección deportiva experimentada, el talento de un entrenador valiente y la paciente colaboración de una afición capaz de comprender lo difícil que es triunfar en el fútbol actual?
Un empresario humano
Dividir los méritos en cuatro partes iguales -el 25%, para entendernos- es una opción populista, pero probablemente también la más cercana a la realidad porque, a veces, como nos enseña la alquimia -tanto química como deportiva-, el 1% puede resultar más llamativo y decisivo que el 99% restante.
"Mi padre decía que el capital humano es lo más importante de una empresa. Todo el mundo ve a los jugadores, pero hay un mundo detrás: los empleados del almacén, los que trabajan en marketing, los que lavan las camisas. Por eso los cumpleaños de estas personas que trabajan en Casteldebole son importantes para mí: porque para tener respeto, primero hay que darlo.
Joey Saputo llegó al FC Bolonia procedente del CF Montreal, casi por casualidad, después de que su camino y el de Marco Di Vaio se cruzaran. Pero a partir de entonces no dejó nada al azar: "Cuando entramos en la Major League Soccer nos dimos cuenta de que el fútbol no era sólo deporte, sino negocio. Desde entonces, para nosotros, el fútbol no es sólo una pasión familiar, sino un negocio".
Una estrella en la dirección
Y así, sin proclamas ni prisas, Saputo se ha labrado su propio espacio también en la Serie A, logrando hacerse, hace menos de dos años, con uno de los reyes absolutos de la dirección técnica, Giovanni Sartori, a quien confió las riendas del activo deportivo de su club.
Su currículum era elocuente, y lo cierto es que las expectativas del presidente italo-canadiense no se han visto traicionadas: después de llevar al Chievo hasta la fase previa de la Liga de Campeones y al Atalanta a un paso de las semifinales de la máxima competición continental, Sartori vuelve a intentarlo en Bolonia.
El objetivo -que a estas alturas ya no se puede callar- es devolver a los Rossoblu a Europa. A ser posible, entrando por la puerta grande.
El impacto de Sartori en el Dall'Ara ha sido devastador. Desde Joshua Zirkzee y Lewis Ferguson hasta, por nombrar sólo algunos, Sam Beukema, Riccardo Calafiori, Jesper Karlsson, Dan Ndoye, Stefan Posch, Giovanni Fabbian y Victor Kristiansen. Y la esperanza es que el próximo en saltar a la palestra pueda ser ese Santiago Castro por el que se invirtieron 12 millones de euros el pasado mes de enero.
La ecuación Sartori, sin embargo, no ha respondido hasta ahora a las expectativas: Zirkzee fue arrebatado por 8,5 millones al Bayern de Múnich y, a día de hoy, podría ser vendido hasta por seis o siete veces más (los bávaros se han quedado con el 50% de su futura venta).
Por Feguson sólo se gastaron dos millones y hoy vale al menos 20. El mismo razonamiento podría hacerse con Beukema, Calafiori y Posch, el lateral que llegó del Hoffenheim por cinco millones y hoy ha triplicado su valor.
El entrenador 'fuera de serie
Pero, ¿habría sucedido todo esto incluso con otro entrenador en el banquillo? El primero en pensar que no es el propio Sartori, que se puso en contacto con Thiago Motta en cuanto el Bolonia decidió despedir a Sinisa Mihajlovic.
Una apuesta personal diferente -por edad, trayectoria y experiencia- a la realizada con Gian Piero Gasperini en Bérgamo, pero que dio los mismos frutos: resultados y buen juego.
Porque si te diviertes y diviertes a los aficionados, mucho mejor. Y el equipo del técnico italo-brasileño lo hace cada bendito domingo. Y no jugando con el provocador 2-7-2 con el que Thiago Motta se había presentado en público tras obtener su licencia.
Su provocación pretendía dejar claro -a quienes, en lugar de mirar a la luna, se habían quedado mirando al dedo- la importancia de pensar "fuera de la caja " y que el módulo táctico no debe leerse como algo rígido, sino como una herramienta versátil que permite al entrenador colocar a sus hombres sobre el terreno de juego con el dibujo más adecuado en función del momento y la situación.
Así, los primeros en atacar son los defensas y los primeros en defender los atacantes. Y luego: está prohibido dar puntos de referencia a los adversarios y si bastan tres toques para llegar a la portería, es mejor hacerlo con dos.
No hay grandes secretos que desvelar. Lo que hace el Bolonia está a la vista de todos, pero no es fácil viviseccionar el éxito para ver quién tiene más mérito. Pero, ¿es realmente tan importante?