Mbappé: 25 años, una jaula de oro, un Mundial y cuentas pendientes con la Champions
Si al terminar su carrera le dijesen a cualquier jugador que iba a tener el palmarés con el que cuenta Kylian Mbappé a los 25 años, incluida una Copa del Mundo, se daría con un canto en los dientes. Sin embargo, para un animal competitivo como el atacante de Bondy (París), el camino no ha hecho más que comenzar.
Un Mundial, una UEFA Nations League, seis Ligue 1, tres Copas de Francia, dos Copas de la Liga Francesa y cuatro Supercopas de Francia decoran las vitrinas de la sala de trofeos del jugador del Paris-Saint Germain en el día que alcanza el cuarto de siglo.
Llegó al Parque de los Príncipes en el verano de 2017 para ganar títulos y ha cumplido con su parte, pero todavía tiene clavada la espina de no haber podido conquistar la preciada Champions League con el club de su ciudad. Ni siquiera fue capaz de hacerlo jugando junto a Neymar y Messi. Con ellos sufrió una de las peores noches de su vida en la vuelta de los octavos de final de 2022 siendo apeado de la competición, con una remontada épica, por el Real Madrid, el equipo de sus amores y odios.
Y es que el sueño de Kylian siempre ha sido vestir la camiseta merengue, pero su complicado círculo de confianza y la inclinación por firmar contratos de dimensiones bíblicas le han impedido cumplirlo de momento. Ha cansado a casi todo el mundo y muchos ya no quieren verle por el Bernabéu.
De ángel a demonio
De Mbappé gustaban, además de su incontestable calidad, la sangre fría y la cabeza bien amueblada con las que había guiado los inicios de su trayectoria. Tenía muy claros los pasos a seguir: hacer unos buenos años en el PSG y después conquistar el viejo continente desde la capital de España.
Así, en el verano de 2021 y hasta que se conoció su renovación en 2022, Florentino Pérez echó el resto con la finalidad de contratar a la estrella que todos los madridistas deseaban. Desafortunadamente, la personalidad de 'Kyky' se transformó a la peor de sus versiones y su actual equipo consiguió encerrarle en una jaula de oro de la que le va a resultar muy complicado salir.
Para poder escapar va a tener que poner de su parte mucho más de lo que ha entregado hasta ahora. Siempre ha jugado al despiste con mensajes subliminales, aunque nunca ha sido claro con sus pretensiones. El presidente de la Casa Blanca lo tiene claro: quiere llevar al galo a Madrid antes de jubilarse, pero debe fijarse en el ejemplo de Bellingham y ser transparente al comunicar que su deseo es vestir de merengue.