El incomprendido. El desequilibrante. El 'mosquito'. El ausente. Fueron tantos los sobrenombres con los que el mundo del fútbol se refirió a Ousmane Dembélé (26) que, hasta este sábado, sólo quedaba uno por escuchar: el decepcionante. 

Esa palabra, evitada por muchos dirigentes del Barça (culpables por su fichaje y su renovación) fue comentada por Xavi, un entrenador que apostó por el extremo contra viento y marea. Que le brindó espacio. Que le dio protagonismo y que, en especial, recuperó algunas dotes de su mejor versión. El entrenador de Terrasa es, sin duda, el más decepcionado por un jugador llamado a ser relevo, estrella y fichaje de época. Un hombre que fue campeón del mundo antes que Messi. Un jugador electrizante, que enloquecía a las defensas rivales con su velocidad, y que ha salido por un valor irrelevante, negativo o mediocre.

Dembélé se ha perdido el 40% de los partidos del Barça desde el 2017. En total, se ausentó en 119 encuentros. Sumó 15 lesiones. Llegó tarde a algunos entrenamientos y, en definitiva, nunca explotó como el club esperaba que así lo hiciera.

Pese a su irregularidad, Dembélé ganó siete títulos con el Barcelona: tres Ligas, dos Copas del Rey y dos Supercopas de España. En materia de trofeos, quizás cumplió con su cometido. En rendimiento, influencia y aportación, se quedó corto... Muy corto.