En el césped marchito de un complejo universitario de la capital rumana, la adolescente y sus compañeras del CSM Bucuresti se pasan el balón bajo la supervisión de Nicolae Ungureanu, entrenador del equipo y exinternacional rumano de rugby a siete.
Un equipo técnico en el que también está Meda Cozmanciuc, saltadora de pértiga, que trata de aplicar las técnicas de entrenamiento del atletismo a este joven equipo femenino de rugby a siete.
Es un equipo sin experiencia, ya que todo esto no existía hace un año.
"Primero comencé a jugar en el equipo de rugby de chicos antes de que el CSM decidiera crear uno de chicas", explicó Cristina a la AFP. Entonces era la única jugadora del club e impulsó la creación de un plantel femenino.
Dos años después de haber comenzado en el rugby, la joven rumana se entrena tres veces por semana en el estadio y todos los días en su casa, siguiendo el programa concebido por su entrenador. Una vida, al ritmo del deporte que ama, no sin sacrificio.
Una aspiración muy clara
Cuando no está en el internado de su centro de enseñanza secundaria en el centro de Bucarest, pasa más de una hora en los transportes públicos para acudir al estadio desde el pequeño pueblo de Ciorogarla, donde vive con su madre.
El rugby "ha cambiado" su "ritmo de vida", pero la jugadora parece determinada a llevar adelante su proyecto de alcanzar el más alto nivel, y se ve en la selección nacional a partir del "próximo año".
A pocas semanas del Mundial masculino de rugby de 2023 en Francia, la AFP ha pedido a 20 jóvenes fotógrafos, representativos de cada uno de los países clasificados, que muestren un aspecto de la cultura del rugby local, en colaboración con Canon. De Namibia a Fiyi, pasando por Georgia o Chile, estos reportajes están destinados a ilustrar los valores del rugby.