Pogacar y Vingegaard, el fuego y el hielo, pugnan por el Tour de Francia
Sábado 9 de julio en Libourne. Sonrisa de estrella de cine en los labios, Pogacar se dirige al podio de presentación pedaleando... mientras bota un balón de baloncesto. Todo ello entre el clamor de un público entregado. Pasa entonces a su lado Vingegaard, apenas reconocible detrás de sus grandes gafas de sol y de su mascarilla FFP2.
La tónica se repite todos los días. Mientras 'Pogi' realiza su show, el discreto danés pasa desapercibido.
"Son dos personalidades totalmente diferentes, antagonistas. Pero eso tiene a todo el mundo en vilo, porque hay muchas ganas de ver el próximo episodio", explica el escalador francés Romain Bardet, con admiración por ambos: "Dos campeones excepcionales, los más fuertes que he conocido desde que soy corredor".
La oposición de estilos entre el fuego incontrolado del esloveno y el antiguo empleado en un mercado de pescados pone mayor interés en el duelo deportivo por vestir el maillot amarillo en París.
"Vingegaard sabe dónde va a atacar"
Sobre el asfalto, los dos campeones, de un nivel muy parejo, presentan características similares. Excelentes escaladores, muy buenos rodadores, son dos pesos ligeros sobre unas piernas poderosas.
Es su forma de correr lo que les diferencia, y no deja de ser un reflejo de su personalidad.
"Pogacar es mucho más espontáneo. Cuando siente que puede hacer daño a los otros, ataca. Funciona más por instinto, mientras que los ataques de Vingegaard están previstos desde dos meses atrás. Él sabe ya dónde va a atacar hasta París", subraya el luxemburgués Andy Schleck, ganador del Tour en 2010.
Mientras que Vingegaard corre al milímetro, Pogacar se muestra más anárquico en su pedaleo, del mismo modo también que en otras facetas de su vida.
"Él viene aquí para divertirse. Ríe (...) Hace un poco un show", apunta Schleck. "Vingegaard está protegido por los cuatro costados. Se queda en su burbuja amarilla del Jumbo-Visma. Estoy seguro de que lo pesan por la mañana y otra vez por la noche. No bebe un vaso de agua más de lo que debe beber".
En sus equipos respectivos, Pogacar es el jefe incontestable de la UAE, mientras que Vingegaard reparte responsabilidades en el Jumbo-Visma con Wout Van Aert, un corredor al que le gusta ser protagonista y que suele reclamar atención para sí.
"No soy el que grita más fuerte"
"Yo no diría que soy tímido, hablo con la gente en el autobús. Después sí, no soy el que grita más fuerte", reconoce Vingegaard.
Romain Bardet afirma que se ve más reflejado "en la personalidad de Vingegaard, alguien discreto, también modesto". "Pero Pogacar hace mucho bien al ciclismo. Es alguien que juega constantemente, que se divierte. Va a fondo y hace sus cuentas después", añade.
Los dos hombres, también de edades parecidas -Pogacar tiene 24 años y Vingegaard 26- mantienen una relación cordial, aunque no comparten demasiadas cosas.
'Pogi', que reside en Mónaco, hace gracias con sus amigos. Cuelga videos en los que se le ve pronunciando correctamente la palabra 'croissant'. Y comparte imágenes haciendo el gesto de fumar con una barrita de pan durante su pausa por una fractura en la mano.
Vingegaard, quien se refugia en cuanto puede en su pequeño pueblo de Glyngore (100 habitantes), acude presto al término de cada etapa a llamar por teléfono a su mujer, Trine, y a su hija, Frida, de dos años.
Entre uno y otro, el público parece decantarse más por el esloveno. Pero sobre la bicicleta los dos firman tablas por el momento en este Tour de Francia, y nadie se aventura a predecir quién será el más fuerte en París en dos semanas.