El pelotón, traumatizado por las caídas, afronta el 'infierno' de la París-Roubaix
Si hay una carrera que hace temblar a los corredores es el 'Infierno del Norte'. Desde su primera edición en 1986, la reina de las clásicas, con sus seis millones de adoquines, no se apiada de los ciclistas ni de sus bicicletas, hasta el punto de que es actualmente la única prueba del curso en la que los equipos dejan en manos de los corredores la decisión de participar o no.
Y más aún este año, con sectores de pavés inundados y decorados con barro después de un invierno especialmente húmedo. Aunque se anuncia un tiempo caluroso, seco y con viento, el recorrido parecía el viernes una pista de patinaje propicioa para un nuevo festival de derrapes y pinchazos.
Las caídas son el tema del momento en el pelotón y el temor aumentó el jueves después del terrible accidente en la Vuelta al País Vasco, que dio con los huesos de Jonas Vingegaard y Remco Evenepoel en el suelo, ambos con fracturas y un neumotórax en el caso del primero a tres meses del Tour de Francia.
Por un sexto 'Monumento'
El accidente, precedido por otro igualmente grave de Wout Van Aert hace diez días en la prueba 'A Través de Flandes', vuelve a situar sobre la mesa de debate la peligrosidad y las velocidades que adquieren los corredores.
El pelotón está "tremendamente traumatizado", según las palabras del director de la París-Roubaix, Thierry Gouvenou, al que los corredores pidieron un medio de frenar la velocidad a la entrada del temible paso de Arenberg.
Después de varias reuniones con las autoridades se decidió que los corredores rodearán un islote justo antes, una suerte de 'chicane' improvisada que a su vez plantea otros problemas de seguridad y que divide a los actores del ciclismo.
"Gran trabajo. Juntos hacemos pasar la seguridad en nuestro deporte a la velocidad superior", aplaudió Richard Plugge, patrón del Visma-Lease a bike.
"¿Es una broma?", reaccionó, por su parte Van der Poel, al que una entrada a más de 60 km/h en el paso de Arenberg no parece intimidar.
Vigente campeón, el neerlandés es el gran favorito para lograr el doblete en Roubaix, una semana después de su exhibición en el Tour de Flandes.
Aunque la reina de las clásicas no se gana tan fácilmente. Ningún corredor ha levantado los brazos en los dos 'Monumentos' de pavés el mismo año desde Fabian Cancellara en 2013. Y hay que remontarse al 2009 con Tom Boonen para ver a un campeón revalidando victoria en Roubaix.
Pero Van der Poel cuenta con excelentes motivos para creer, ya que su potencia, su agilidad y su superioridad recuerdan justamente a las expresadas en la época por Cancellara y Boonen.
Dosis de suerte
El suizo y el belga, respectivamente triple y cuádruple vencedores de la París-Roubaix, han ganado siete 'Monumentos' en su carrera.
Van der Poel puede terminar el domingo más cerca de sendos colosos del pavés. Y superar a Tadej Pogacar para convertirse en el único corredor en activo en contar con seis 'Monumentos' en su palmarés, con sólo 29 años.
Si el campeón del mundo, que ha pasado la semana entrenando al sol en España, es tan favorito, se debe también a que los aspirantes no llegan en su mejor momento.
Además de Wout Van Aert, baja para varias semanas, la incertidumbre rodea el estado de forma de Mads Pedersen. Lo mismo con el equipo Visma-Lease a bike, que cuenta con el regreso de Christophe Laporte.
El rival más serio de Van der Poel podría ser al final su compañero en el Alpecin, Jasper Philipsen, segundo el año pasado y vencedor de la Milán-San Remo hace un mes.
Si ganase uno de los dos, Alpecin se convertirá en el primer equipo en más de medio siglo en conquistar los tres primeros 'Monumentos' del año.
Aunque en una carrera diferente, con 260 kilómetros plagados de trampas, no siempre gana el más fuerte, y es necesaria una buena dosis de suerte para evitar los pinchazos y las caídas.