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Chicharito: el ídolo que volvió y que lucha por seguir vigente

Francisco Espinosa García
Javier 'Chicharito' Hernández
Javier 'Chicharito' HernándezPhoto by ULISES RUIZ / AFP
Hubo un momento en el que todos le decían que no iba a ser el futbolista profesional del Club Guadalajara que siempre soñó ser; y, a pesar de su carácter férreo y su mentalidad a prueba de todo, un día se lo creyó. Porque, aunque a Javier Hernández nunca le importó lo que pudieran decir de él, sabía que el tiempo se le estaba terminando.

Heredero de una estirpe atrapada por la pelota –es nieto del gran Tomás Balcázar, mítico jugador de Chivas, e hijo del exfutbolista Javier ‘Chicharo’ Hernández—, supo desde muy pequeño que su destino estaba en un rectángulo verde con una camiseta rojiblanca con la que pudiera gritar goles como lo habían hecho su abuelo y su padre. 

Pero, una vez llegada la edad en la que había que despuntar, Chicharito no veía un horizonte claro hacia el profesionalismo. Y aunque pocos entrenaban y se esforzaban como él, sus oportunidades eran escasas. Pero cuando la idea del retiro sin debutar para abrazar la opción le pasó por la cabeza tuvo la fortuna de encontrar una palabra precisa que lo volviera a encausar.

En ese instante de suma flaqueza, de llanto fácil y de severa autocrítica, Javier tuvo en su abuelo Tomás la dureza franca que lo enfocó. Aquel hombre curtido, leyenda del ‘campeonísimo’ Guadalajara, uno de los clubes más importantes de México, que le anotó un gol a Francia en el Mundial de Suiza 1954, le dio el último impulso a su nieto para que no abandonara su sueño de ser futbolista. Esa conversación terminaría definiendo el destino de Chicharito.

Al poco tiempo, Javier debutó en 2006 anotando un gol y siendo parte del equipo que ganaría el campeonato mexicano. Y aunque hubo un periodo en el que jugó poco, para 2009 se consolidó como delantero titular participando en Copa Libertadores. Pero, si bien estaba viviendo el sueño de toda su vida, ni el propio Javier ni nadie en el fútbol mexicano estaba preparado para lo que estaba por venir.

El fenómeno ‘Little pea’ en Old Trafford

En octubre de 2009, el Manchester United recibió un informe sobre un joven de 19 años mexicano que tenía atributos y cualidades a explotar que le vendrían bien al equipo. Sir Alex Ferguson leyó ese documento y autorizó que un scout del club viajara a México en diciembre para observar, de primera mano, a ese tal Javier Hernández del que tan bien hablaban.

 Aquel scout le bastaron un par de partidos para reportar que los movimientos en el área de Hernández, con y sin balón, eran de un delantero top y que su edad lo hacían un futbolista que valía la pena ver desarrollar. Y aunque en un principio el Manchester United decidió tenerlo en la mira para observar como se desenvolvía como futbolista, su feroz momento en selección y en liga, anotando 10 goles en 11 partidos a principios de 2010, aceleraron el fichaje que cimbró a todo el fútbol mexicano.

El 8 de abril de 2010, Javier apareció junto a Jorge Vergara, entonces dueño del Guadalajara, firmando su contrato como futbolista del Manchester United. Y lo hizo sin rumores previos, sin que nadie lo anticipara. Su llegada a uno de los clubes más grandes del mundo provocó recciones encontradas y un revuelo en la idiosincrasia mexicana, carente de esos fichajes rimbombantes.

El impacto de Javier fue inmediato. A su primer gol con la cara en la Community Shield le siguieron más anotaciones, casi todos para definir partidos. En 2011, si un mexicano visitaba un pub de Manchester, lo más probable era que fuera apapachado por todos, mientras le daban las gracias por su ‘little pie’, traducción literal del apodo Chicharito, con el se le conoció en todo el mundo.

Ver a Javier conquistando la mejor liga del mundo, jugando una final de Champions y siendo elogiado por glorias de los Red Devils fue un orgullo para toda la gente de Chivas. Sin disimulo y ante la menor provocación, el orgullo por su canterano salía desde lo más profundo de su ser.

Y a ese paso exitoso, le siguió su faceta en el Bayern Leverkusen, en el Real Madrid, en el West Ham United, en el Sevilla y hasta en el Galaxy de Los Ángeles. En todas ellos, mientras pasaba por mejores rachas que otras y se consolidaba como el máximo anotador en la historia de la selección mexicana, los chivahermanos –popular apodo atribuido a la gente del Guadalajara— se sintieron orgullosos de su camino.

Sin embargo, cuando estaba instalado en Estados Unidos, mientras el equipo deambulaba entre la inestabilidad deportiva, toda la fiel gente del Guadalajara que celebró como nadie sus triunfos y lo arropó en los momentos complicados, le pedía una retribución emocional: verlo retirarse con la camiseta del Rebaño Sagrado.

La vuelta a casa: un mimo a la débil cultura futbolística mexicana

En México, para el grueso de la población, el fútbol es un entretenimiento. Y, desde esa visión, hay varios sucesos que pasan de largo y que en otros países, con una cultura mucha más arraigada desde la pasión, provocaría un terremoto pasional en la gente. En ese contexto, la vuelta de viejas glorias del fútbol mexicano para retirarse en sus equipos de origen no es algo habitual.

Lo que sirve para afianzar el sentido de pertenencia en otros lares, acá es una rareza. Si bien ha habido casos, como el Jesús Corona a Monterrey o el de Rafa Márquez con Atlas, no es habitual vivir esa experiencia pasional. Por eso, cuando Chicharito decidió volver a Chivas, el club tiró la casa por la ventana y la gente respondió. Más de 40,000 personas llenaron el majestuoso Estadio Akron para recibirlo, sin importar que llevara tiempo parado por una fuerte lesión y lo precario que se había vuelto su ritmo de juego. Por primera vez, en mucho tiempo, se pudo sentir que todo tenía sentido y que un círculo futbolístico se cerraba como se tenía que ser.

No obstante, dejando atrás el furor inicial, el segundo periplo de Javier en Chivas ha sido paupérrimo desde los números. Con un solo gol desde su vuelta, con sendas ausencias en varios partidos y con varias lesiones en su camino, Chicharito no ha sido el revulsivo que ni él ni la gente esperaba. Y, si bien su vuelta aportó mucho a entender la importancia de ver volver a casa a los ídolos, la exigencia deportiva empieza a pesar.

Javier, a sus 36 años, vuelve a estar como aquella vez en la que casi se creyó el cuento de sus detractores que le decían que mejor se dedicara a otra cosa. A diferencia de aquel joven que soñaba con debutar, el veterano goleador de la selección mexicana tiene ante sí el reto de no ser un homenaje para el recuerdo y dejar claro que gritar goles con la rojiblanca del Club Guadalajara siempre ha sido el más grande sueño que anhela cumplir.