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Catar 2022: un Mundial extraño, controvertido y bajo la sombra de la corrupción

AFP
Las mujeres, con menos derechos en Catar
Las mujeres, con menos derechos en CatarGIUSEPPE CACACE / AFP
Con las ligas nacionales paradas desde el fin de semana, las estrellas del fútbol van a comenzar a llegar a Catar, donde el próximo domingo comenzará el primer Mundial disputado en un país árabe, el primero también que ha despertado tantas críticas, muchas relacionadas con el medioambiente y los derechos humanos.

Organizado en el otoño boreal, otra novedad, para evitar el calor insoportable del verano en esta región desértica, el Mundial se inaugurará con un inédito Catar-Ecuador en el estadio de Al Bayt, el más alejado de Doha, a unos 40 km al norte de la capital.

Los futbolistas comenzarán a llegar en los próximos días al país anfitrión, con escasa tradición futbolística y de menos de 12.000 km2 de extensión, es decir, apenas un tercio de la superficie de países como Bélgica o Suiza.

Muchos futbolistas jugaron con sus respectivos equipos este pasado fin de semana, como las estrellas del París SG, el brasileño Neymar, el argentino Leo Messi y el francés Kylian Mbappé.

En cambio, su compañero Sergio Ramos no disputará con España su quinto Mundial al no haber sido convocado por Luis Enrique.

Estas cuatro selecciones forman parte del grupo de favoritos al título de una competición en la que estará ausente, por segunda edición consecutiva, Italia.

Otras estrellas tienen en vilo a sus países, al llegar a la cita con problemas físicos, como el senegalés Sadio Mané, el surcoreano Son Heung-min y el belga Romelu Lukaku.

Y en su último Mundial, ¿qué papel tendrá Cristiano Ronaldo ahora que el astro portugués es suplente en el Manchester United?

Los seleccionadores tienen hasta este lunes para anunciar la lista de convocados.

Inversiones faraónicas

Un comienzo de torneo sin errores de organización será ya una primera victoria para el pequeño emirato del Golfo, que ha tenido que afrontar numerosas críticas desde que en 2010, para sorpresa general, la FIFA le designó anfitrión del Mundial en detrimento de Estados Unidos.

Esta decisión, "un error" según el entonces presidente de la FIFA Sepp Blatter, motivó inversiones faraónicas, estimadas por algunas fuentes alrededor de los 200.000 millones de dólares, de los que 35.000 se habrían destinado al metro y otros 6.500 a los estadios.

Catar tuvo que afrontar primero las acusaciones de corrupción, con investigaciones judiciales en Suiza, Francia y Estados Unidos. Después llegaron las críticas por el impacto medioambiental de este evento, en un momento de calentamiento generalizado del planeta y de catástrofes climáticas. Los medios occidentales han insistido en lo absurdo de climatizar los estadios o los vuelos chárter con aficionados llegados a diario de países vecinos para asistir a los encuentros.

Pero sobre todo será la construcción de estadios de 40.000 a 80.000 plazas (siete se han construido completamente y un octavo ha sido renovado de arriba a abajo) lo que pesa en el balance medioambiental, según las ONG, que no se creen el objetivo de neutralidad de carbono anunciado por los organizadores.

Derechos Humanos

En el esprint final, los ataques más duros, llegados principalmente de Europa Occidental, tuvieron su origen en la violación de Derechos Humanos en Catar, que denuncia "racismo" y "dos varas de medir" para defenderse.

También ha sido criticada la situación de los trabajadores migrantes, esenciales en un país en el que la población catarí apenas llega al 10% de los tres millones de personas que viven en el emirato. Algunas organizaciones humanitarias cifran en miles los trabajadores muertos en las obras, algo que desmiente Doha.

Las autoridades del país y la FIFA insisten en los avances en tiempo récord en materia de legislación social, con el establecimiento de un salario mínimo (de unos 280 dólares mensuales), sanciones para los patrones que no pagan salarios y la supresión de la 'kafala', el sistema de apadrinamiento que obligaba a cualquier asalariado extranjero a tener la autorización de su empleador para dimitir de su puesto de trabajo.

En varias ocasiones, Amnistía Internacional y Human Rights Watch han reclamado a la FIFA el pago de compensaciones financieras a los trabajadores que han construido los estadios mundialistas.

En un país conservador como Catar, donde está penalizada la homosexualidad o el adulterio, otro tema que genera preocupación es la situación del colectivo LGBTQ+, pese a que las autoridades insisten en que todos los visitantes serán bien recibidos, independientemente de su orientación sexual.

Los capitanes de ocho selecciones, entre ellas Inglaterra, Francia y Alemania, anunciaron que llevarán un brazalete con los colores del arcoíris como protesta contra las discriminaciones.

Una iniciativa que seguramente no es del agrado del presidente de la FIFA Gianni Infantino, quien ha instado a las 32 selecciones participantes a "concentrarse en el fútbol" y de no "dar lecciones de moral".

La máxima instancia del fútbol mundial ha prohibido, por ejemplo, que la selección danesa se entrene con camisetas con el mensaje "Human Rights for All" ("Derechos Humanos para todos").